Psicología
Harto…

La alegría es diferente. Hay una alegría tranquila y brillante que nos da una felicidad transparente, y hay una alegría violenta, desenfrenada, desbordante de placeres y euforia. Entonces, estas dos alegrías diferentes están hechas por dos hormonas diferentes. La alegría es brillante y tranquila: esta es la hormona serotonina. La alegría y la euforia desenfrenada es la hormona dopamina.

Curiosamente, la dopamina y la serotonina exhiben una relación recíproca: los niveles altos de dopamina reducen los niveles de serotonina y viceversa. Permítanme traducir: las personas seguras de sí mismas no son propensas a la alegría desenfrenada, y aquellos a quienes les gusta enfurecerse con alegría a menudo no son completamente seguros de sí mismos.

La dopamina es responsable de la creatividad, la búsqueda de novedades, la tendencia a romper las reglas generalmente aceptadas. Alta concentración, cambio rápido entre pensamientos, buena capacidad de aprendizaje, búsqueda rápida de nuevas estrategias: estas son todas las cualidades de las que es responsable la dopamina. Nos empuja a la hazaña, la locura, los descubrimientos y los logros, un alto nivel de esta hormona nos convierte en donquijotes y optimistas maníacos. Por el contrario, si carecemos de dopamina en el organismo, nos convertimos en hipocondríacos apáticos, torpes y con un bajo nivel de actividad exploratoria.

Cualquier actividad o estado del cual recibimos (o más bien esperamos) alegría y deleite sincero provoca una poderosa liberación de la hormona dopamina en la sangre. Nos gusta, y al cabo de un rato nuestro cerebro «pide repetir». Así aparecen en nuestra vida aficiones, hábitos, lugares favoritos, comida adorada… Además, la dopamina se arroja al cuerpo en situaciones de estrés para que no muramos de miedo, conmoción o dolor: la dopamina alivia el dolor y ayuda a la persona a adaptarse a condiciones inhumanas. Finalmente, la hormona dopamina está involucrada en procesos importantes como la memoria, el pensamiento, la regulación de los ciclos de sueño y vigilia. La falta por cualquier motivo de la hormona dopamina conduce a la depresión, la obesidad, la fatiga crónica y reduce drásticamente el deseo sexual.

La forma más fácil de producir dopamina es comer chocolate y tener relaciones sexuales.

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