Adopción: construir una buena relación con el niño adoptado

Adopción: construir una buena relación con el niño adoptado

Adoptar un niño trae mucha felicidad, pero no siempre es un cuento de hadas. A continuación, te mostramos algunos elementos para saber afrontar tanto los momentos felices como los difíciles.

La carrera de obstáculos para adoptar un niño… ¿Y después?

La adopción es un proceso largo y complicado: los futuros padres pasan por innumerables entrevistas, la espera a veces dura varios años, siempre con la amenaza de que todo se cancelará en el último minuto.

Durante este período de latencia, la situación de adopción puede idealizarse. Una vez que el niño se ha convertido en tuyo y vive contigo, de repente tienes que afrontar las dificultades. Una familia formada por adopción reúne dos perfiles complejos: los padres, que muchas veces no han logrado concebir de forma biológica, y el hijo, que ha sido abandonado.

No debemos subestimar los problemas que puede contener esta nueva familia, aunque no sean inevitables. Sin embargo, reconocer y anticipar estos problemas es la mejor manera de sortearlos.

Un apego que no es necesariamente instantáneo

Una adopción es ante todo un encuentro. Y como ocurre con todos los encuentros, la corriente pasa o se cuelga. Cada una de las personas involucradas necesita absolutamente al otro y, sin embargo, la vinculación puede llevar tiempo. A veces, el afecto abruma a los padres y al niño por igual. También sucede que la relación de confianza y ternura se construye lentamente.

No hay un modelo único, no hay forma de avanzar. La herida del abandono es grande. Si hay resistencia emocional por parte del niño, trate de mantener contacto carnal con él para que se acostumbre a su presencia. Saber cómo es tu vida también puede ayudarte a entenderla. Un niño que no ha experimentado afecto no reaccionará igual que un niño que ha recibido muchos abrazos y atenciones desde su nacimiento.

Una aventura llena de alivio

En todas las formas de crianza, tanto adoptiva como biológica, la relación padre-hijo pasa por momentos de calma y felicidad, así como por crisis. La diferencia es que los padres ignoran el pasado del niño antes de la adopción. Desde los primeros días de vida, el infante registra información sobre el entorno que lo rodea. En casos de abuso físico o emocional, los niños adoptados pueden desarrollar un trastorno de apego o un comportamiento de riesgo a medida que crecen.

Por otro lado, los padres adoptivos, ante situaciones problemáticas, tenderán más fácilmente a dudar de su capacidad para criar al niño. En cualquier caso, ten en cuenta que nada se estanca: pasan las tormentas, las relaciones evolucionan.

El complejo de reparación y la coartada de la adopción

Es muy común que los padres adoptivos desarrollen un complejo irracional: la culpa de no haber estado ahí para su hijo antes de la adopción. Como resultado, sienten que tienen que "reparar" o "compensar", a veces incluso haciendo demasiado. Por el lado del niño adoptado, y sobre todo durante la adolescencia, la particularidad de su historia se puede blandir como coartada: fracasa en la escuela, multiplica las tonterías porque ha sido adoptado. Y en caso de discusión o castigo, argumenta que no pidió ser adoptado.

Nótese que la rebelión del niño es positiva: es una forma de emanciparse del fenómeno de la “deuda” en el que se percibe frente a su familia adoptiva. Sin embargo, si su hogar está atascado en tal dinámica, es útil obtener ayuda de un terapeuta, que habla tanto con los padres como con los niños. Reunirse con un mediador familiar o un psicólogo puede ayudarlo a resolver muchos conflictos.

Una familia como las demás

Adoptar un hijo es ante todo una fuente de felicidad inconmensurable: juntos forman una familia que va más allá de las leyes biológicas. Responde sin dudarlo las preguntas que te haga el niño, para que se edifique de forma saludable. Y tenga en cuenta que saber de dónde proviene es absolutamente esencial: no debe objetarlo. El curso de vida que llevan juntos padres e hijos es de gran belleza. Y a pesar de los conflictos que inevitablemente surgirán, el tiempo y la madurez ayudarán a expulsarlos… ¡como una familia unida por la sangre!

Las relaciones de los padres adoptivos y del niño están llenas de alegrías y dificultades: esta familia “reconstituida” tiene sus días buenos y sus días malos, como todas las familias. Escuchar, mantener una buena comunicación, tener empatía, sin atribuirlo todo a la cuenta de la adopción, son claves imprescindibles para una convivencia familiar armoniosa.

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