Psicología

A menudo se dice que los que son felices en el amor, el trabajo o la vida tienen suerte. Esta expresión puede llevar a la desesperación, porque anula el talento, el trabajo, el riesgo, le quita mérito a quien se atrevió y fue a conquistar la realidad.

¿Qué es la realidad? Esto es lo que hicieron y lo que lograron, lo que desafiaron y por lo que se arriesgaron, y no la notoria suerte, que no es más que una interpretación subjetiva de la realidad circundante.

No tuvieron «suerte». No «probaron suerte», nada de eso. No estaban desafiando a la suerte, sino a sí mismos. Desafiaron su talento en el momento de arriesgar, el día que dejaron de repetir lo que ya sabían hacer. Ese día conocieron la alegría de no repetirse: estaban desafiando una vida cuya esencia, según el filósofo francés Henri Bergson, es la creatividad, y no la intervención divina o el azar, llamado suerte.

Por supuesto, hablar de ti mismo como una persona afortunada puede ser útil. Y desde el punto de vista de la autoestima, verse como una persona afortunada es bastante bueno. Pero cuidado con la rueda de la Fortuna girando. Existe un gran riesgo de que el día que esto suceda, comencemos a culparla por su inconstancia.

Si le tenemos miedo a la vida, en nuestra experiencia siempre habrá algo que justifique nuestra inacción.

No podemos desafiar la “suerte”, pero depende de nosotros crear las condiciones en las que surjan las oportunidades. Para empezar: salir del espacio acogedor de lo familiar. Entonces, deja de obedecer las falsas verdades, sin importar de dónde vengan. Si quieres actuar, siempre habrá muchas personas a tu alrededor que te asegurarán que eso es imposible. Su imaginación será tan generosa a la hora de dar razones por las que no deberías hacer nada como lo será cuando necesiten hacer algo ellos mismos.

Y por último, abre los ojos. Para notar la aparición de lo que los antiguos griegos llamaron Kairos: una ocasión auspiciosa, un momento conveniente.

El dios Kairos era calvo, pero aún poseía una fina cola de caballo. Es difícil atrapar una mano así: la mano se desliza sobre el cráneo. Difícil, pero no del todo imposible: hay que apuntar bien para no perder la pequeña cola. Así es como se entrenan nuestros ojos, dice Aristóteles. Un ojo entrenado es el resultado de la experiencia. Pero la experiencia puede tanto liberar como esclavizar. Todo depende de cómo tratemos lo que sabemos y lo que tenemos.

Podemos, dice Nietzsche, acudir al conocimiento con el corazón de un artista o con el alma temblorosa. Si tenemos miedo de la vida, en nuestra experiencia siempre habrá algo que justifique la inacción. Pero si nos guiamos por el instinto creativo, si tratamos nuestra riqueza como artistas, entonces encontraremos en ella mil motivos para atrevernos a lanzarnos a lo desconocido.

Y cuando esto desconocido se vuelva familiar, cuando nos sintamos como en casa en este nuevo mundo, otros dirán de nosotros que somos afortunados. Pensarán que la suerte nos cayó del cielo y ella se olvidó de ellos. Y siguen sin hacer nada.

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