Psicología

La victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses sorprendió a todos. Fue considerado demasiado arrogante, grosero y narcisista incluso para un político. Pero resultó que estas cualidades no interfieren con el éxito con el público. Los psicólogos han tratado de comprender esta paradoja.

En la gran política, la personalidad todavía juega un papel importante. Creemos que una persona con autoridad debe ser digna de ella. La democracia parece existir entonces, para elegir a los más merecedores. Pero en la práctica, resulta que los rasgos de personalidad «oscuros» a menudo coexisten con el éxito.

En las elecciones estadounidenses, ambos candidatos recibieron aproximadamente la misma cantidad de tomates podridos. Trump fue acusado de racismo, se le recordaron los comentarios insultantes sobre las mujeres, se burlaron de su cabello. Clinton también se ha ganado la reputación de ser un político cínico e hipócrita. Pero esta gente está en la cima. ¿Hay alguna explicación para esto?

Fórmula del amor (popular)

Muchos periodistas científicos y psicólogos han tratado de comprender qué rasgos de personalidad de estas dos personas los hacen atractivos y repulsivos, al menos como políticos públicos. Entonces, los candidatos fueron analizados utilizando la conocida prueba Big Five. Es utilizado activamente en su trabajo por reclutadores y psicólogos escolares.

El perfil de prueba, como su nombre lo indica, incluye cinco indicadores: extroversión (qué tan sociable eres), buena voluntad (estás listo para encontrarte con los demás a mitad de camino), escrupulosidad (cuán responsablemente abordas lo que haces y cómo vives), neuroticismo (cuán emocionalmente estable que eres) y apertura a nuevas experiencias.

La capacidad de ganarse la confianza de las personas y al mismo tiempo dejarlas sin remordimientos cuando es rentable es una táctica clásica de los sociópatas.

Pero este método ha sido criticado más de una vez: en particular, los «Cinco» no pueden determinar la propensión de una persona a comportamientos antisociales (por ejemplo, engaño y duplicidad). La capacidad de conquistar a las personas, ganarse su confianza y al mismo tiempo abandonarlas sin remordimientos cuando resulta rentable es una táctica clásica de los sociópatas.

El indicador faltante «honestidad — propensión a engañar» está en la prueba HEXACO. Psicólogos canadienses, con la ayuda de un panel de expertos, probaron a ambos candidatos e identificaron en ambos rasgos que pertenecen a la llamada Tríada Oscura (narcisismo, psicopatía, maquiavelismo).

"Ambos son buenos"

Según los investigadores, las puntuaciones bajas en la escala de Honestidad-Humildad significan que una persona tiende a “manipular a los demás, explotarlos, sentirse súper importante e indispensable, violar las normas de comportamiento para su propio beneficio”.

La combinación de otros rasgos indica qué tan bien una persona puede ocultar sus verdaderas intenciones y qué métodos prefiere usar para lograr sus objetivos. Es la combinación general la que determina si una persona se convierte en un extorsionista callejero, un especulador bursátil exitoso o un político.

Hillary Clinton recibió puntajes bajos en las categorías de honestidad-humildad y emotividad, lo que los llevó a sugerir que ella “tiene algunos rasgos de tipo maquiavélico”.

Donald Trump resultó estar aún más cerca de este tipo: los investigadores lo calificaron como sin escrúpulos, antipático e inmodesto. “Su calificación de personalidad está más en línea con el tipo de psicópata y narcisista”, escriben los autores. “Tales rasgos claramente antisociales hacen que sea sorprendente por qué tantos estadounidenses apoyan a Trump”.

«La gente fuerte siempre es un poco ruda…»

Dada la naturaleza altamente antisocial de la personalidad de Trump, ¿cómo pudo lograr tal reconocimiento? “Una posibilidad”, sugieren Beth Visser y sus colegas, la autora del estudio, “es que las personas no lo perciban como una persona con la que tendrían que tratar en la vida, sino como un ejemplo de una persona exitosa que es capaz de alcanzar metas”. Incluso aquellos votantes que votaron por Clinton no dudaron en admitir que a ellos mismos les gustaría ser como Trump.

Quizás esta sea la clave de por qué la misma persona en diferentes contextos y en diferentes personas puede evocar emociones completamente opuestas.

La baja capacidad de respuesta puede estar asociada con la arrogancia en las evaluaciones, pero puede ser una cualidad valiosa para un empresario y político del que se espera que sea decisivo y duro en la defensa de los intereses de una empresa o país.

Una baja sensibilidad emocional puede traernos acusaciones de descortesía, pero ayuda en el trabajo: por ejemplo, donde se necesita tomar decisiones difíciles y asumir riesgos. ¿No es eso lo que generalmente se espera de un líder?

“No silbas así, no mueves las alas así”

¿Qué mató al rival de Trump? Según los investigadores, los estereotipos jugaron en su contra: la imagen de Clinton no encaja en absoluto con los criterios con los que se evalúa a una mujer en la sociedad. Esto es especialmente cierto para los indicadores bajos de modestia y emotividad.

La lingüista Deborah Tannen llama a esto una «doble trampa»: la sociedad requiere que una mujer sea dócil y gentil, y un político que sea firme, capaz de mandar y salirse con la suya.

Es interesante que los resultados de un experimento inusual de programadores rusos del Grupo Mail.ru estén en consonancia con estas conclusiones. Usaron una red neuronal, un programa de aprendizaje, para predecir quién se convertiría en el próximo presidente de los Estados Unidos. Primero, el programa procesó 14 millones de fotografías de personas, descomponiéndolas en 21 categorías. Luego se le dio la tarea de “adivinar” a qué categoría pertenecía la imagen con la que no estaba familiarizada.

Describió a Trump con las palabras «expresidente», «presidente», «secretario general», «presidente de los EE. UU., presidente», y Clinton, «secretaria de Estado», «donna», «primera dama», «auditora», "chica".

Para más información, en el sitio web Research Digest, Sociedad Psicológica Británica.

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