Nuestras emociones y el idioma que hablamos: ¿hay alguna conexión?

¿Todas las personas pueden experimentar las mismas emociones? Si y no. Al estudiar los idiomas de los pueblos del mundo, los científicos han encontrado diferencias tanto en los nombres de las emociones como en lo que entendemos por estos nombres. Resulta que incluso las experiencias humanas universales en diferentes culturas pueden tener sus propios matices.

Nuestro discurso está directamente relacionado con el pensamiento. Incluso el psicólogo soviético Lev Vygotsky argumentó que las formas más altas de comunicación psicológica inherentes al hombre son posibles solo porque nosotros, las personas, con la ayuda del pensamiento generalmente reflejamos la realidad.

Al crecer en un entorno lingüístico determinado, pensamos en nuestra lengua materna, seleccionamos nombres para objetos, fenómenos y sentimientos de su diccionario, aprendemos el significado de las palabras de nuestros padres y "compatriotas" en el marco de nuestra cultura. Y esto significa que aunque todos somos humanos, podemos tener ideas diferentes, por ejemplo, sobre las emociones.

"Aunque la llames rosa, al menos no..."

¿Cómo pensamos nosotros, como personas de diferentes culturas, sobre las emociones básicas: miedo, ira o, digamos, tristeza? Muy diferente, dice el Dr. Joseph Watts, investigador de la Universidad de Otago y participante en un proyecto internacional para estudiar la diversidad intercultural de los conceptos emocionales. El equipo de investigación del proyecto incluye psicólogos de la Universidad de Carolina del Norte (EE. UU.) y lingüistas del Instituto Max Planck de Ciencias Naturales (Alemania).

Los científicos examinaron palabras de 2474 idiomas pertenecientes a 20 familias lingüísticas principales. Usando un enfoque computacional, identificaron patrones de "colexificación", un fenómeno en el que los idiomas usan la misma palabra para expresar conceptos relacionados semánticamente. En otras palabras, los científicos estaban interesados ​​en palabras que significaban más de un concepto. Por ejemplo, en persa, la misma forma verbal “ænduh” se usa para expresar pena y arrepentimiento.

¿Qué pasa con el dolor?

Mediante la creación de enormes redes de colexificaciones, los científicos han podido correlacionar conceptos y sus nombres en muchos idiomas del mundo y han encontrado diferencias significativas en cómo se reflejan las emociones en diferentes idiomas. Por ejemplo, en los idiomas de Nakh-Dagestan, "dolor" va de la mano con "miedo" y "ansiedad". Y en los idiomas tai-kadai que se hablan en el sudeste asiático, el concepto de “dolor” se acerca al de “arrepentimiento”. Esto pone en duda los supuestos generales sobre la naturaleza universal de la semántica de las emociones.

Sin embargo, el cambio en la semántica de las emociones tiene su propia estructura. Resultó que las familias lingüísticas que se encuentran en estrecha proximidad geográfica tienen "puntos de vista" más similares sobre las emociones que aquellas que están más distantes entre sí. Una razón probable es que un origen común y un contacto histórico entre estos grupos llevaron a una comprensión común de las emociones.

Los investigadores también encontraron que para toda la humanidad existen elementos universales de experiencia emocional que pueden derivarse de procesos biológicos comunes, lo que significa que la forma en que las personas piensan sobre las emociones está determinada no solo por la cultura y la evolución, sino también por la biología.

La escala del proyecto, las nuevas soluciones y enfoques tecnológicos permiten tener una visión más amplia de las oportunidades que se abren en esta dirección científica. Watts y su equipo planean explorar más a fondo las diferencias interculturales en la definición y denominación de los estados mentales.

sentimientos sin nombre

Las diferencias idiomáticas y culturales a veces llegan tan lejos que en el diccionario de nuestro interlocutor puede haber un término para un sentimiento que ni siquiera estamos acostumbrados a aislar como algo separado.

Por ejemplo, en sueco, “resfeber” significa tanto la ansiedad como la anticipación gozosa que experimentamos antes de un viaje. Y los escoceses han dado un término especial “tartle” para el pánico que experimentamos cuando, al presentar a una persona a los demás, no podemos recordar su nombre. Un sentimiento familiar, ¿no?

Para experimentar la vergüenza que sentimos por otro, los británicos, y después de ellos nosotros, comenzamos a usar la frase "vergüenza española" (el idioma español tiene su propia frase para la vergüenza indirecta: "vergüenza ajena"). Por cierto, en finlandés también hay un nombre para esa experiencia: “myötähäpeä”.

Comprender tales diferencias es importante no solo para los científicos. En el trabajo o mientras viajamos, muchos de nosotros tenemos que comunicarnos con representantes de otras culturas que hablan diferentes idiomas. Comprender la diferencia en el pensamiento, la tradición, las reglas de conducta e incluso la percepción conceptual de las emociones puede ser útil y, en algunas situaciones, decisivo.

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