Cómo lidiar con el aumento del apetito en el calor
 

Parecería que con el calor el apetito disminuye, finalmente, puedes perder un par de kilogramos y acercarte al peso deseado. Pero por alguna razón, a veces sucede exactamente lo contrario: con un aumento de temperatura fuera de la ventana, el apetito también crece, mientras que de forma impulsiva, con episodios de hambre repentina incontrolada. Contrariamente a la lógica, el cuerpo no necesita energía extra para calentarlo, nos abalanzamos sobre la comida. ¿Qué está pasando y cómo afrontarlo?

Estrés y estado de ánimo

La primera razón por la que nunca logramos absorber la comida chatarra de manera controlada es el mal humor y el estrés. El estado del sistema nervioso no depende de la estación y, por lo tanto, incluso en el calor, tendemos a seguir el camino más fácil: apoderarse de la tristeza, el anhelo, la tristeza y los problemas.

Con mayor frecuencia, los alimentos dulces y ricos en carbohidratos dan satisfacción por un tiempo, mejoran el estado de ánimo: surge la adicción.

 

Si lleva mucho tiempo erradicar las causas y resolver los problemas, debe buscar otras formas de distraerse y mejorar su estado de ánimo. Piensa en qué otras cosas o acciones te hacen más feliz. Un paseo, una reunión con amigos, una buena película o un libro… Y trata de no perderte las comidas principales, para que el cuerpo se sintonice con el régimen y se olvide de la impulsividad psicológica y la incontinencia.

Violación del régimen

La segunda causa común de hambre en el calor es una violación del régimen. De hecho, no tengo ganas de comer bajo el sol abrasador, pero el cuerpo aún necesita calorías para garantizar el movimiento, el trabajo de los órganos internos, etc. La mitad del día nos interrumpen unos bocadillos ligeros, y tan pronto como el calor amaina, de repente hay hambre. Vale la pena ingresar a una habitación con aire acondicionado: después de unos minutos, su apetito regresa y el cuerpo exhausto intenta compensar las pérdidas y lo obliga a comer más de lo normal.

Para rectificar la situación, el régimen debe ser devuelto, aunque ligeramente adaptado a las condiciones climáticas. No sature el cuerpo solo con verduras y yogures, sino que coma completamente carbohidratos, proteínas y grasas a largo plazo: cereales, carne y pescado, productos lácteos y huevos. Y solo como suplemento: bocadillos de verduras y frutas.

Alternativamente, transfiera el desayuno a un momento anterior, cuando el sol aún no haya calentado el aire a temperaturas sofocantes, entonces la idea de la avena a las 9 am no lo asociará con la tortura y su cuerpo estará lleno de vigor.

Revise el menú habitual y excluya de él las variedades de carne o sopa caliente que son pesadas para el estómago, cuando se necesita mucha energía para digerirlas; guárdelas para adaptarse al calor. Entonces, tu salvación son las sopas frías, los carpaccios, el pescado bajo en grasa, las verduras en escabeche.

Beba mucha agua fría, no café o té caliente. Es preferible que haya menos bebidas azucaradas: el azúcar estimula el apetito y es adictivo.

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