Paradoja del spoiler. ¿Por qué no da miedo saber qué hay al final?

«¡Solo sin spoilers!» — una frase que puede llevar a casi cualquier crítico de cine al rojo vivo. Y no solo él. Tenemos un miedo terrible de conocer el desenlace antes de tiempo, también porque estamos seguros de que en este caso el placer de conocer una obra de arte se perderá irremediablemente. Pero, ¿es realmente así?

En todas las culturas y en todos los tiempos, las personas han contado historias. Y a lo largo de estos milenios, hemos entendido exactamente lo que hace que cualquier historia sea interesante, independientemente del formato. Una de las partes más importantes de una buena historia es su final. Intentamos hacer todo lo posible para no enterarnos antes de tiempo del desenlace de una película que aún no hemos visto, o un libro que aún no hemos leído. Tan pronto como escuchamos accidentalmente el final en el relato de alguien, parece que la impresión se estropea irrevocablemente. Llamamos a tales problemas "spoilers" (del inglés spoiler - "spoil").

Pero no se merecen su mala reputación. Un estudio reciente demostró que conocer el final de una historia antes de leerla no afectará la comprensión. Todo lo contrario: permite disfrutar plenamente de la historia. Esta es la paradoja del spoiler.

Los investigadores Nicholas Christenfeld y Jonathan Leavitt de la Universidad de California realizaron tres experimentos con 12 cuentos de John Updike, Agatha Christie y Anton Pavlovich Chekhov. Todas las historias tenían tramas memorables, giros irónicos y acertijos. En dos casos, a los sujetos se les dijo el final de antemano. A algunos se les ofreció leerlo en un texto separado, otros incluyeron un spoiler en el texto principal y el final ya se conoció desde el primer párrafo especialmente preparado. El tercer grupo recibió el texto en su forma original.

Este estudio cambia la idea de los spoilers como algo dañino y desagradable.

Los resultados del estudio mostraron que en cada tipo de historia (giro irónico, misterio e historia evocadora), los participantes prefirieron las versiones «mimadas» a las originales. Sobre todo, a los sujetos les gustaron los textos con un spoiler inscrito al principio del texto.

Esto cambia la idea de los spoilers como algo dañino y desagradable. Para entender por qué esto es así, considere un estudio realizado en 1944 por Fritz Heider y Mary-Ann Simmel de Smith College. No ha perdido su relevancia hasta el día de hoy.

Mostraron a los participantes una animación de dos triángulos, un círculo y un cuadrado. A pesar de que simples figuras geométricas se movían de manera caótica en la pantalla, los sujetos atribuían intenciones y motivos a estos objetos, “humanizándolos”. La mayoría de los sujetos describieron el círculo y el triángulo azul como "enamorados" y notaron que el gran triángulo gris malo estaba tratando de interponerse en su camino.

Esta experiencia demuestra nuestra pasión por contar historias. Somos animales sociales, y las historias son una herramienta importante para ayudarnos a comprender el comportamiento humano y comunicar nuestra observación a los demás. Esto tiene que ver con lo que los psicólogos llaman una “teoría de la mente”. Simplificando en términos generales, se puede describir de la siguiente manera: tenemos la capacidad de comprender y probar por nosotros mismos los pensamientos, deseos, motivos e intenciones de los demás, y usamos esto para predecir y explicar sus acciones y comportamiento.

Tenemos la capacidad de comprender las intenciones de otras personas y predecir qué comportamiento provocarán. Las historias son importantes porque nos permiten comunicar estas relaciones causales. Entonces, una historia es buena si cumple su función: transmite información a los demás. Por eso, una historia «corrupta», cuyo final se conoce de antemano, resulta más atractiva: nos resulta más fácil de entender. Los autores del estudio describen este efecto de la siguiente manera: “la ignorancia del final puede estropear el placer, desviando la atención de los detalles y las cualidades estéticas”.

Probablemente hayas sido testigo más de una vez de cómo una buena historia puede repetirse y ser demandada, a pesar de que el desenlace es conocido por todos desde hace mucho tiempo. Piensa en historias que hayan resistido la prueba del tiempo, como el mito de Edipo. A pesar de que se conoce el final (el héroe matará a su padre y se casará con su madre), esto no reduce la participación del oyente en la historia.

Con la ayuda de la historia, puede transmitir la secuencia de eventos, comprender las intenciones de otras personas.

“Tal vez sea más conveniente para nosotros procesar información y es más fácil enfocarnos en una comprensión más profunda de la historia”, sugiere Jonathan Leavitt. Esto es importante porque usamos historias para transmitir ideas complejas, desde creencias religiosas hasta valores sociales.

Tome la historia de Job del Antiguo Testamento. Los israelitas transmitieron esta parábola para explicar a la posteridad por qué una persona buena y piadosa puede sufrir y ser infeliz. Transmitimos ideologías complejas a través de historias porque se pueden procesar y almacenar más fácilmente que el texto formal.

La investigación ha demostrado que respondemos más positivamente a la información cuando se presenta en forma narrativa. La información transmitida como «hecho» se somete a un análisis crítico. Las historias son una forma eficaz de transmitir conocimientos complejos. Piénselo: las palabras pueden ayudarlo a comprender un solo término o concepto, pero una historia puede transmitir toda una secuencia de eventos, comprender las intenciones, las reglas éticas, las creencias y las convenciones sociales de otras personas.

Spoiler: no siempre es malo. Simplifica una historia compleja, haciéndola más fácil de comprender. Gracias a él, estamos más involucrados en la historia y la entendemos en un nivel más profundo. Y tal vez, si esta historia «corrupta» es lo suficientemente buena, podría vivir durante miles de años.


Autor — Adori Duryappa, psicóloga, escritora.

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