Desayuno: ¿qué sabemos realmente?

Desayuno: ¿qué sabemos realmente?

Desayuno: ¿qué sabemos realmente?
Se denomina “almuerzo” o “desayuno” según la región: es la primera comida del día, después de unas diez horas de ayuno. La mayoría de los nutricionistas destacan su importancia, pero ¿qué sabemos realmente sobre el desayuno? ¿De qué debería estar hecho? ¿Es realmente imprescindible cuando se quiere adelgazar? ¿Podemos prescindir de él?

Desayuno: esta comida en declive

Todas las encuestas muestran que el desayuno se descuida cada vez más, especialmente entre los jóvenes. En Francia, la proporción de adolescentes que desayunan al día se redujo del 79% en 2003 al 59% en 2010. Entre los adultos, el descenso ha sido más lento pero muy regular desde el cambio de siglo. ¿Cómo explicar esta erosión de cara a la comida a menudo descrita como “la más importante del día”? Según Pascale Hebel, especialista en consumo, el desayuno es una comida que sufre de “escasez”:

- Falta de tiempo. Los despertares son cada vez más tardíos, lo que lleva a saltarse el desayuno o dedicarle poco tiempo. Esto se debe principalmente al retraso en el sueño: los jóvenes retrasan cada vez más la hora de acostarse. Las tecnologías de la información y la comunicación (pantallas LED, tabletas, portátiles) son los principales culpables.

- Falta de simpatía. A diferencia del almuerzo o la cena, el desayuno suele ser una comida individual: cada uno elige los productos que prefiere y come solo. Es el mismo fenómeno que para el final de las comidas, cada vez más individualizado.

- Falta de apetito. Muchos no sienten la necesidad de comer por la mañana, a pesar de ayunar durante varias horas. Este fenómeno suele estar relacionado con comer en exceso por la noche, comer demasiado tarde o la falta de sueño.

- La falta de variedades. A diferencia de otras comidas, el desayuno puede parecer monótono. Sin embargo, es posible variar su composición planificando de antemano varias alternativas al almuerzo clásico.

¿Qué hacer en caso de falta de apetito?

- Trague un gran vaso de agua al levantarse.

- Desayune después de prepararse.

- Continuar con el hábito los fines de semana y durante las vacaciones.

Si, a pesar de esto, todavía no tienes hambre, ¡no tiene sentido forzarte a comer!

 

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