Faina Pavlovna y su bolso «honesto»

Cuando era niño, no entendía por qué los vecinos y los padres tratan con tanto respeto a nuestro vecino que trabajaba en el jardín de infantes. No fue hasta muchos años después que me di cuenta de que su monedero escondía un gran secreto…

Su nombre era Faina Pavlovna. Trabajó toda su vida en el mismo jardín de infancia. Niñera: en los años sesenta, cuando llevaron a mi madre allí desde la guardería. Y en la cocina, en los años ochenta, cuando me enviaron allí. Ella vivía en nuestro edificio.

Si volvía la cabeza desde la ventana hacia la izquierda, podía ver abajo y oblicuamente el balcón de su apartamento, todos sentados con caléndulas y con la misma silla, en la que, cuando hacía buen tiempo, se sentaba durante horas su marido discapacitado. No tuvieron hijos.

Se rumoreaba que el anciano perdió la pierna en la guerra, y ella, aún muy joven, lo sacó de debajo de las balas tras la explosión.

Así que se arrastró más toda su vida, fiel y fielmente. Ya sea por compasión o por amor. Hablaba de él como con mayúscula, con respeto. Y nunca mencionó el nombre: “Sam”, “Él”.

En el jardín de infantes, rara vez hablaba con ella. Solo recuerdo que en el grupo más pequeño del jardín de infancia (¿o en la guardería?) Nos pusieron en parejas y nos llevaron en formación desde el ala del edificio hasta el salón de actos. Había un retrato en la pared. "¿Quién es?" — la maestra le trajo a cada niño individualmente. Era necesario dar la respuesta correcta. Pero por alguna razón me sentí avergonzado y me quedé en silencio.

Faina Pavlovna se acercó. Me acarició suavemente la cabeza y sugirió: «Abuelo Lenin». Todo el mundo tenía un familiar así. Por cierto, murió a la edad de 53 años. Es decir, tenía la edad que tienen ahora Hugh Jackman y Jennifer Aniston. Pero — «abuelo».

Faina Pavlovna también me pareció vieja. Pero en realidad, tenía poco más de sesenta años (la edad actual de Sharon Stone y Madonna, por cierto). Todos parecían mayores entonces. Y parecían durar para siempre.

También era una de esas mujeres fuertes y maduras que nunca parecían enfermarse.

Y en cualquier clima todos los días, claramente de acuerdo con el horario, fue al servicio. En la misma capa simple y bufanda. Se movía vigorosamente, pero no de forma quisquillosa. Ella fue muy educada. Sonrió a sus vecinos. Caminó a paso ligero. Y siempre iba acompañada de la misma bolsita de retícula.

Con ella, y regresó a casa del trabajo por la noche. Muchos años después, entendí por qué mis padres la respetaban tanto y por qué siempre llevaba consigo solo un pequeño bolso.

Trabajando en un jardín de infantes, al lado de la cocina, Faina Pavlovna, incluso en la era de las tiendas vacías, en principio nunca tomó comida de los niños. El pequeño bolso era un indicador de su honestidad. En memoria de las hermanas que murieron de hambre en la guerra. Un símbolo de la dignidad humana.

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