Yema congelada
 

Una banalidad como un huevo no es nada sencilla. Debido a la gran cantidad de diversas proteínas contenidas en los huevos, se han convertido en un tema favorito para los experimentos de todos los chefs famosos del mundo; después de todo, vale la pena cambiar la temperatura de cocción literalmente 1 grado, y el resultado es completamente diferente. Aquí hay una bonita infografía sobre este tema, que muestra claramente las diferencias entre los huevos cocinados a diferentes temperaturas.

Pero hay una manera más fácil de presenciar la magia de un huevo con tus propios ojos. Para hacer esto, tome las yemas de huevo (sobrantes, por ejemplo, después de cocinar merengues u otros platos donde se necesitan proteínas batidas), cúbralas con cuidado con papel de aluminio o póngalas en una bolsa para que no se desgasten y congele en un congelador normal. Después de eso, descongele las yemas en el refrigerador y encontrará que, aunque conservan su color y apariencia, cambiaron por completo su consistencia: tales yemas no se esparcen, sino que se untan como mantequilla.

En realidad, leí sobre este truco durante mucho tiempo, pero solo recientemente lo comprobé en la práctica, así que puedo confirmar: realmente se manchan. H

qué hacer con esta curiosa información depende de usted. Puede simplemente untarlo sobre pan (pero no trozos tan grandes como en esta foto, sino tostadas finas o incluso algo como galletas saladas), sazonar con sal y pimienta gruesa y asar a la parrilla como está o con algún plato adecuado.

 

Puede sustituir las yemas congeladas por yemas frescas cuando sirva tartar de carne fresca. Puede intentar moler esa yema para esas salsas donde normalmente usaría hervida. Y si se te ocurre algo más, asegúrate de decírmelo, estoy muy interesado en saber dónde más pueden ser útiles estas yemas mágicas.

PD: Bueno, si no te gusta la magia, y viceversa, quieres que las yemas mantengan su consistencia, bátelas con un poco de azúcar o sal antes de congelarlas. Esto ayudará a estabilizar las yemas para que se vuelvan líquidas nuevamente después de descongelarlas. Con las proteínas, estos trucos son inútiles: toleran perfectamente la congelación sin ayuda.

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