Viernes Santo: cuál es su simbolismo y cómo nos ayuda hoy

La Pasión de Cristo, la crucifixión y luego la resurrección: esta historia bíblica ha entrado firmemente en nuestra cultura y conciencia. ¿Qué significado profundo tiene desde el punto de vista de la psicología, qué dice sobre nosotros mismos y cómo puede apoyarnos en tiempos difíciles? El artículo será de interés tanto para creyentes como para agnósticos e incluso ateos.

Viernes Santo

“Ninguno de los parientes estaba cerca de Cristo. Caminaba rodeado de sombríos soldados, dos criminales, probablemente cómplices de Barrabás, compartían con Él el camino al lugar de la ejecución. Cada uno tenía un titulum, una placa que indicaba su culpabilidad. El que colgaba del pecho de Cristo estaba escrito en tres idiomas: hebreo, griego y latín, para que todos pudieran leerlo. Decía: «Jesús de Nazareno, Rey de los judíos»…

Según una regla cruel, los mismos condenados llevaban los travesaños en los que eran crucificados. Jesús caminó lentamente. Fue atormentado por látigos y debilitado después de una noche de insomnio. Las autoridades, por otro lado, buscaron terminar el asunto lo antes posible, antes del inicio de las celebraciones. Por tanto, el centurión detuvo a cierto Simón, judío de la comunidad de Cirene, que iba de su campo a Jerusalén, y le ordenó que llevara la cruz del Nazareno...

Saliendo de la ciudad, nos dirigimos a la empinada colina principal, ubicada no lejos de las murallas, junto a la carretera. Por su forma, recibió el nombre de Gólgota - «Cráneo», o «Lugar de Ejecución». Se colocarían cruces en su parte superior. Los romanos siempre crucificaban a los condenados a lo largo de los caminos llenos de gente para asustar a los rebeldes con su apariencia.

En el cerro, a los fusilados se les traía una bebida que embota los sentidos. Fue elaborado por mujeres judías para aliviar el dolor de los crucificados. Pero Jesús se negó a beber, preparándose para soportarlo todo con plena conciencia”.

Así describe el célebre teólogo, el arcipreste Alejandro Men, los acontecimientos del Viernes Santo, basándose en el texto del Evangelio. Muchos siglos después, filósofos y teólogos discuten por qué Jesús hizo esto. ¿Cuál es el significado de su sacrificio expiatorio? ¿Por qué fue necesario soportar tal humillación y terrible dolor? Psicólogos y psiquiatras prominentes también han ponderado el significado de la historia del evangelio.

Buscando a Dios en el alma

Individualización

El psicoanalista Carl Gustav Jung también ofreció su particular visión del misterio de la crucifixión y resurrección de Jesucristo. Según él, el sentido de la vida para cada uno de nosotros está en la individuación.

La individuación consiste en la conciencia de una persona de su propia singularidad, la aceptación de sus capacidades y limitaciones, explica la psicóloga junguiana Guzel Makhortova. El Sí mismo se convierte en el centro regulador de la psique. Y el concepto del Yo está indisolublemente ligado a la idea de Dios dentro de cada uno de nosotros.

Crucifijo

En el análisis junguiano, la crucifixión y la subsiguiente resurrección es la descomposición de las antiguas matrices genéricas sociales y de personalidad. Todo el que busca encontrar su verdadero propósito debe pasar por esto. Descartemos ideas y creencias impuestas desde el exterior, comprendamos nuestra esencia y descubramos a Dios en nuestro interior.

Curiosamente, Carl Gustav Jung era hijo de un pastor de una iglesia reformada. Y la comprensión de la imagen de Cristo, su papel en el inconsciente humano cambió a lo largo de la vida de un psiquiatra, obviamente, de acuerdo con su propia individuación.

Antes de experimentar la «crucifixión» de la vieja personalidad, es importante comprender todas aquellas estructuras que nos impiden el camino hacia Dios en nosotros mismos. Lo importante no es sólo una negativa, sino un trabajo profundo de comprensión y posterior replanteamiento.

Resurrección

Así, el jungianismo asocia la resurrección de Cristo en el relato evangélico con la resurrección interior del hombre, encontrándose auténtico. “El Yo, o el centro del alma, es Jesucristo”, dice el psicólogo.

“Con razón se cree que este misterio va más allá de los límites accesibles al conocimiento humano”, escribe el p. Alejandro Hombres. — Sin embargo, hay hechos tangibles que están en el campo de visión del historiador. En el mismo momento en que la Iglesia, apenas nacida, parecía perecer para siempre, cuando el edificio levantado por Jesús estaba en ruinas, y sus discípulos perdían la fe, todo cambia radicalmente de repente. La alegría exultante reemplaza la desesperación y la desesperanza; los que acaban de abandonar al Maestro y negarlo, proclaman con denuedo la victoria del Hijo de Dios”.

Algo similar, según el análisis junguiano, le sucede a una persona que transita por un camino difícil de conocer diferentes aspectos de su personalidad.

Para ello, se sumerge en el inconsciente, se encuentra en la Sombra de su alma con algo que al principio puede asustarlo. Con manifestaciones, deseos y pensamientos sombríos, «malos», «incorrectos». Acepta algo, rechaza algo, se libera de la influencia inconsciente de estas partes de la psique.

Y cuando se destruyen sus viejas ideas habituales sobre sí mismo y parece que está a punto de dejar de existir, se produce la Resurrección. El hombre descubre la esencia misma de su «yo». Encuentra a Dios y la Luz dentro de sí mismo.

“Jung comparó esto con el descubrimiento de la piedra filosofal”, explica Guzel Makhortova. — Los alquimistas medievales creían que todo lo que tocara la piedra filosofal se convertiría en oro. Habiendo pasado por la “crucifixión” y la “resurrección”, encontramos algo que nos transforma desde dentronos eleva por encima del dolor del contacto con este mundo y nos llena de la luz del perdón.

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