Psicología

La réplica «¡Eres un idealista!» cada vez más cerca de convertirse en un insulto. Como si las personas sin ideales quisieran calmarse ridiculizando a quienes aún no han desistido de intentar encontrarlos…

Si no estás listo para someterte al destino, te llaman idealista: en el mejor de los casos, un soñador inútil, en el peor, un tipo peligroso con una ideología. Mientras tanto, solo aquellos que tienen ideas logran cambiar el mundo y, al mismo tiempo, no son "ideólogos" en absoluto.

¿Idealista o ideólogo?

Un ideólogo es aquel que permanece cautivo de la «lógica de una idea». Y el idealista, por el contrario, lucha por mejorar la realidad en nombre de su ideal. Entonces, si crees en el poder de las ideas: feminismo, humanismo, liberalismo, budismo, cristianismo, apresúrate a descubrir si el ideal te está guiando por la vida o si estás atrapada en la ideología.

Esta es una prueba muy simple. Si puedes ver exactamente lo que la creencia en el ideal mejora en tu vida diaria, entonces eres un noble idealista. Si solo afirma que tiene creencias, pero no ve cómo sus creencias contribuyen al progreso, entonces corre el peligro de desviarse hacia la ideología.

Los asesinatos en masa del siglo XIX fueron cometidos por ideólogos, no por idealistas. Un cristiano que va a la iglesia los domingos, habla de los valores cristianos en la mesa, y cuando dirige su empresa no se guía en modo alguno por el amor al prójimo, no es un idealista, sino un ideólogo. Una mujer que en cada oportunidad menciona que es feminista, pero sigue sirviendo a su marido y haciéndose cargo de todas las tareas del hogar, no es una idealista, tiene una ideología.

hacer o decir?

En cierto sentido, incurrimos en sospechas cuando hablamos demasiado sobre los valores que apreciamos. Es mejor vivir de acuerdo con estos valores, ponerlos en práctica, que solo hablar de ellos. ¿Será porque sentimos una necesidad tan fuerte de hablar de ellos que no traducimos lo suficiente los valores en acciones y nosotros mismos lo sabemos?

Compensamos la falta de acciones con un exceso de palabras: el triste uso del habla, que en este caso se convierte en una frase vacía

Y viceversa: ser un verdadero idealista significa amar la realidad hasta las más mínimas posibilidades de mejora, amar avanzar por el camino del progreso, aunque sea un largo camino.

La cuerda floja del idealismo

El idealista sabe perfectamente que su ideal es sólo una idea, y que la realidad está dispuesta de otra manera. Es por eso que su encuentro puede ser tan maravilloso: la realidad puede cambiar cuando entra en contacto con el ideal, y viceversa.

Después de todo, un idealista, a diferencia de un ideólogo, puede corregir su ideal como resultado del contacto con la realidad.

Cambiar la realidad en nombre del ideal: esto es lo que Max Weber llamó la «ética de la persuasión». Y cambiar el ideal en contacto con la realidad es lo que llamó la «ética de la responsabilidad».

Ambos componentes son necesarios para convertirse en un hombre de acción, un idealista responsable. Permanecer en esta cuerda floja, en este medio dorado entre la ideología y la obediencia.

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