Psicología

La pérdida de un trabajo, un divorcio difícil o el fracaso de planes ambiciosos pueden ser inquietantes y formar el hábito de evitar las grandes decisiones. Si la pasividad se convierte en hábito, la vuelta a la vida activa se convierte en un calvario difícil.

Quizás la presión de las circunstancias fue demasiado fuerte. Quizás en algún momento sentiste que todo el mundo se volvió en tu contra. No encuentras fuerzas para luchar y decides no saltar más por encima de tu cabeza. El pasado duele, el futuro asusta. Estás tratando de retrasar su avance. Lo ideal es no hacer nada para que no empeore.

Con el tiempo, se vuelve cada vez más difícil para ti hacer las cosas más comunes. Otros te imponen metas, intereses y, en última instancia, la vida. Pero tu vida te pasa de largo, y empiezas a convencerte: tal vez esto no sea malo. Pero no hay emoción y conmociones.

Lo más peligroso es acostumbrarse a vivir en este estado.

Cuando eres fuerte y confiado, te comportas de manera diferente. Eres enérgico, encantador e inteligente. La pasividad es un rasgo aprendido y se puede trabajar con él. Aquí hay algunas ideas importantes para ayudar a marcar la diferencia.

1. Examina tu miedo

Cuando evitamos la actividad, el miedo suele estar detrás de ella: el miedo a fallar, a no estar a la altura de nuestras expectativas y las de los demás, de hacernos parecer estúpidos. Cuando el miedo se convierte en ansiedad, se nos hace difícil trabajar con él.

Trate de identificar situaciones específicas en las que su miedo se manifieste. ¿Con qué está conectado? ¿En qué momento ocurre? Anotar sus observaciones en un diario lo ayudará a ser más consciente de sus experiencias y adquirir una sensación de control sobre su condición.

2. Cambia tus hábitos

La tendencia a evitar constantemente tomar decisiones importantes a lo largo del tiempo está tan firmemente impresa en nuestra rutina diaria, nuestras acciones cotidianas, nuestra visión del mundo, que separarse de él equivale a mudarse a otro país.

Puede ser difícil reorganizar toda la rutina a la vez. Por lo tanto, es mejor introducir cambios gradualmente. Planee ir a una conferencia pública este fin de semana, camine por el parque antes del trabajo, charle con su vecino. Pequeñas «incursiones» al mundo exterior te lo harán más cercano y seguro.

3. Haz una lista de tus fortalezas

En un estado de pasividad, sucumbimos fácilmente al desánimo: cada día que vivimos solo agrega más razones para criticarnos a nosotros mismos. En lugar de reprocharte, trata de concentrarte en tus puntos fuertes. Puede parecerte que todos tus logros son ridículos y otros te expondrán rápidamente.

Pero este sentimiento es el resultado de una percepción distorsionada.

Pídeles a tus amigos y conocidos que te describan y digan lo que aprecian de ti, para que puedas evaluarte de manera más objetiva. Una vez que haya hecho su lista, piense en cómo puede mejorarla. Actuar sobre la base de motivos internos, y no en respuesta a las expectativas y la «opinión pública» de otra persona.

4. Aprende a decir «no»

Curiosamente, es con esta palabra que comienza la conciencia. La pasividad es evitar las sensaciones desagradables y las acciones que pueden causarlas. A menudo, la pasividad se convierte en fruto de la sobrecarga, cuando los compromisos adquiridos pesan demasiado y huimos de ellos. Al aprender a decir no, estás en el camino de ser honesto contigo mismo y con los demás y obtener control sobre tus decisiones.

5. Introduce riesgos manejables en tu vida

Una razón común del fracaso de aquellos que intentan hacer frente a la apatía es la subestimación de sus capacidades. Cuando salimos de nuestra «guarida» somos vulnerables. Un intento de superar sin ceremonias todos los casos acumulados o asumir obligaciones globales puede conducir a una nueva ronda de autodegradación y una decepción más severa en el futuro.

La mejor opción es empujar gradualmente los límites de tu zona de confort. La fuerza de voluntad se puede entrenar, pero al igual que con los músculos, es importante alternar entre el ejercicio y el descanso.

6. Planifica tus actividades

La sensación de éxito es motivadora. Especialmente si ese éxito se puede medir o representar visualmente. Por lo tanto, es mejor establecer un objetivo e ir constantemente hacia él que estar disperso en varios proyectos.

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Escriba todas las etapas, divídalas en pequeñas tareas separadas que se puedan abordar de una sola vez. Consiga un horario y marque su progreso. Cada resultado visible te dará fuerza y ​​te dará una sensación de control sobre tu vida.

Recuerda que la pasividad es un comportamiento aprendido. Pero cambiarlo es más difícil si te acostumbras hasta el punto de que se convierte en tu estrategia de vida. Cuanto más te asomes al abismo de tu inutilidad e inutilidad imaginarias, más probable es que este abismo comience a asomarse a ti (y tomar posesión de ti).

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