Psicología

Lo hacen todo juntos: donde está uno, está otro. La vida separada de una pareja no tiene sentido para ellos. Parece un ideal al que muchos aspiran. Pero tal idilio está plagado de peligros.

“Pasamos todo nuestro tiempo libre juntos, siempre vamos juntos a visitar a amigos y conocidos, nos vamos de vacaciones los dos solos”, dice Katerina, de 26 años.

“Yo no existo sin ti” es el lema de las parejas inseparables. María y Yegor trabajan juntos. “Son como un solo organismo: aman lo mismo, se visten con el mismo esquema de color, incluso terminan las frases del otro”, dice el psicoanalista Saverio Tomasella, autor de The Merge Relationship.

Experiencia general, miedo y hábito.

El psicoanalista cree que las parejas inseparables se pueden clasificar en tres tipos.

El primer tipo — son relaciones que surgieron muy temprano, cuando los socios aún vivían su formación. Podrían ser amigos de la escuela, tal vez incluso de la escuela primaria. La experiencia de crecer juntos consolida su relación: en cada período de sus vidas se vieron uno al lado del otro, como un reflejo en un espejo.

El segundo tipo — cuando uno de los cónyuges, y posiblemente ambos, no pueden soportar la soledad. Si su elegido decide pasar la noche por separado, se siente abandonado e innecesario. La necesidad de fusionarse con esas personas está motivada por el temor de que se queden solos. Tales relaciones suelen renacer y se vuelven codependientes.

tercer tipo — aquellos que crecieron en una familia en la que la relación era solo eso. Estas personas simplemente están siguiendo el patrón que siempre ha estado ante sus ojos.

Idilio frágil

Por sí mismas, las relaciones en las que las vidas de los socios están estrechamente entrelazadas no pueden llamarse tóxicas. Como con todo lo demás, es una cuestión de moderación.

“En algunos casos, los agapornis aún conservan cierta autonomía y esto no se convierte en un problema”, dice Saverio Tomasella. — En otros, la fusión se vuelve completa: uno sin el otro se siente viciado, inferior. Sólo existe el «nosotros», no el «yo». En este último caso, a menudo surge ansiedad en la relación, los socios pueden estar celosos y tratar de controlarse mutuamente.

La dependencia emocional es peligrosa porque conlleva una dependencia intelectual e incluso económica.

Cuando los límites personales se desdibujan, dejamos de separarnos de la otra persona. Llega al punto de que percibimos el más mínimo desacuerdo como una amenaza para el bienestar. O viceversa, disolviéndonos en otro, dejamos de escucharnos y como resultado —en caso de ruptura— experimentamos una aguda crisis personal.

“La dependencia emocional es peligrosa porque conlleva una dependencia intelectual e incluso económica”, explica el experto. “Uno de los socios a menudo vive como si fuera para dos, mientras que el otro sigue siendo inmaduro e incapaz de tomar decisiones independientes”.

Las relaciones de dependencia se desarrollan con mayor frecuencia entre personas que no tuvieron una relación segura y de confianza con sus padres cuando eran niños. “Esta necesidad ya patológica de otra persona se convierte en una forma, lamentablemente, sin éxito, de llenar el vacío emocional”, explica Saverio Tomasella.

De la confluencia al sufrimiento

La dependencia se manifiesta en varias señales. Esto puede ser ansiedad incluso debido a una separación breve de una pareja, el deseo de seguir cada uno de sus pasos, de saber qué está haciendo en un momento determinado.

Otra señal es el cierre del par en sí mismo. Los socios reducen la cantidad de contactos, hacen menos amigos, se separan del mundo con un muro invisible. Todos los que se permiten dudar de su elección se convierten en enemigos y son cortados. Tal aislamiento puede incluso conducir a conflictos y ruptura de relaciones con familiares y amigos.

Si observa estos signos en su relación, vale la pena consultar con un terapeuta lo antes posible.

“Cuando la dependencia se hace evidente, el amor se convierte en sufrimiento, pero incluso la idea de una ruptura les parece increíble a los socios”, comenta Saverio Tomasella. — Para mirar objetivamente la situación, los socios primero deben darse cuenta de sí mismos como individuos, aprender a escuchar sus deseos y necesidades. Tal vez elijan permanecer juntos, pero en nuevos términos que tendrán en cuenta los intereses personales de cada uno.

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