Psicología

Todos tenemos miedo de este período cuando el niño comienza a crecer y el mundo que lo rodea cambia. ¿Es esta edad siempre “difícil” y cómo superarla para padres e hijos?, dice el entrenador de atención plena Alexander Ross-Johnson.

La mayoría de nosotros percibimos la pubertad como un desastre natural, un tsunami hormonal. La incontrolabilidad de los adolescentes, sus cambios de humor, irritabilidad y ganas de correr riesgos…

En las manifestaciones de la adolescencia, vemos los “dolores de crecimiento” que todo niño debe superar, y en este momento es mejor que los padres se escondan en algún lugar y esperen que pase la tormenta.

Esperamos con ansias el momento en que el niño comience a vivir como un adulto. Pero esta actitud es incorrecta, porque estamos mirando a través del hijo o hija real frente a nosotros a un adulto ficticio del futuro. El adolescente lo siente y se resiste.

La rebelión de una forma u otra es ciertamente inevitable a esta edad. Entre sus causas fisiológicas se encuentra la reestructuración en la corteza prefrontal. Esta es el área del cerebro que coordina el trabajo de sus diversos departamentos y también es responsable de la autoconciencia, la planificación y el autocontrol. Como resultado, un adolescente en algún momento no puede controlarse (quiere una cosa, hace otra, dice una tercera)1.

Con el tiempo, el trabajo de la corteza prefrontal mejora, pero la velocidad de este proceso depende en gran medida de cómo un adolescente de hoy interactúa con adultos significativos y qué tipo de apego desarrolló en la infancia.2.

Pensar en hablar y nombrar emociones puede ayudar a los adolescentes a activar su corteza prefrontal.

Un adolescente con un tipo de apego seguro es más fácil para explorar el mundo y formar habilidades vitales: la capacidad de abandonar lo obsoleto, la capacidad de empatizar, las interacciones sociales conscientes y positivas, el comportamiento seguro. Si la necesidad de cuidado y cercanía en la infancia no fue satisfecha, entonces el adolescente acumula estrés emocional, lo que agudiza los conflictos con los padres.

Lo mejor que puede hacer un adulto en una situación así es comunicarse con el niño, enseñarle a vivir el presente, mirarse desde el aquí y ahora sin juzgar. Para hacer esto, los padres también deben poder cambiar el foco de atención del futuro al presente: permanecer abiertos para discutir cualquier problema con el adolescente, mostrar un interés sincero en lo que le está sucediendo y no emitir juicios.

Puede preguntarle a un hijo o hija, ofreciéndose a contar lo que sintió, cómo se reflejó en el cuerpo (un nudo en la garganta, los puños apretados, el estómago hundido), lo que siente ahora cuando habla de lo que pasó.

Es útil que los padres controlen sus reacciones: simpatizar, pero no excitarse a sí mismos ni al adolescente expresando emociones fuertes o discutiendo. La conversación reflexiva y la denominación de las emociones (placer, desconcierto, ansiedad…) ayudarán al adolescente a “encender” la corteza prefrontal.

Al comunicarse de esta manera, los padres inspirarán confianza en el niño y, a nivel neurológico, se coordinará más rápido el trabajo de varias partes del cerebro, lo cual es necesario para procesos cognitivos complejos: la creatividad, la empatía y la búsqueda del significado. de vida.


1 Para obtener más información sobre esto, consulte D. Siegel, The Growing Brain (MYTH, 2016).

2 J. Bowlby «Crear y destruir lazos afectivos» (Canon+, 2014).

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