Testimonio: "Tengo un útero didelfo"

Me enteré de la existencia de esta malformación a los 24 años, era bastante violenta. Durante una revisión en el ginecólogo, mientras estoy con las piernas separadas en la silla, exclama “Esto no es normal”. Me entra el pánico. El médico me pide que lo siga a la sala de ecografías. Sigue hablando solo, para repetir que no es normal. Le pregunto qué tengo. Me explica que tengo dos úteros, que tendré grandes dificultades para quedar embarazada, que tendré un aborto espontáneo tras otro. Salgo de su casa llorando.

Cuatro años después, mi pareja y yo decidimos tener un hijo. Me sigue un ginecólogo especializado en fertilidad y sobre todo genial! Estoy embarazada de 4 meses. Mi embarazo va bastante bien hasta que empiezo a tener contracciones, que se materializan como un “pequeño bulto” en el lado derecho. ¡El bebé se está desarrollando en el útero adecuado! A los seis meses y medio de embarazo, siento que mi hijo ya no tiene espacio para desarrollarse. El 6 y 15 de noviembre estaremos haciendo la sesión de fotos del “embarazo”. Tengo contracciones, mi barriga está muy apretada, pero no cambia de su estado habitual ya que las contracciones son diarias desde hace varios meses. A la tarde siguiente aparece mucho la “bolita” que se ha vuelto “grande” y por la tarde las contracciones son cada vez más frecuentes (cada 2019 minutos). Vamos a la sala de maternidad para un chequeo.

Son las 21:1 horas cuando me ingresan en una sala de examen. La comadrona me examina: el cuello del útero está abierto a la XNUMX. Llama al ginecólogo de guardia (por suerte, es mío) quien confirma que el cuello del útero está abierto a 1,5 cm. Estoy trabajando duro. Ella hace una ecografía y me dice que el peso del bebé se estima en 1,5 kg. Solo tengo 32 semanas y 5 días de embarazo. Me inyectan un producto para detener las contracciones y otro producto para madurar los pulmones del bebé. Me llevan urgentemente al CHU porque se necesita una unidad neonatal con cuidados intensivos. Me temo que todo va demasiado rápido. El ginecólogo me pregunta el nombre del bebé. Le digo que se llama Leon. Eso es, tiene un nombre, existe. Estoy empezando a darme cuenta de que mi bebé va a llegar demasiado pequeño y demasiado pronto.

Estoy en la ambulancia con un camillero muy amable. No entiendo lo que me está pasando. Me explica que dio a luz a gemelos a las 32 semanas y que hoy están muy bien. Lloro de alivio. Lloro porque tengo contracciones que me duelen. Llegamos a la sala de emergencias y me ponen en la sala de partos. Son las 22 pm Pasamos la noche allí y las contracciones se calman, me llevan de regreso a mi habitación a las 7 am. Estamos tranquilos. El objetivo ahora es mantener al pequeño caliente hasta por 34 semanas. El anestesiólogo tiene que venir a verme para programar una cesárea.

A las 13 horas, mientras el anestesista me habla, me duele el estómago. Sale a las 13:05 pm Me levanto para ir al baño y tengo una contracción que dura más de un minuto. Grito de dolor. Me llevan a la sala de partos. Llamo a mi compañera. Son las 13:10 pm pierdo el agua a las 13:15 pm cuando me colocan un catéter urinario. Hay 10 personas a mi alrededor. Estoy asustado. La comadrona mira mis cuellos: el pequeño está comprometido. Me llevan al quirófano, el anestesiólogo me habla, me da la mano. Son las 13:45 pm cuando escucho gritos. ¿Soy mamá? No me doy cuenta. Pero le oigo gritar: ¡respira solo! Veo a mi pequeño León durante dos segundos, el momento de darle un beso. Lloro porque todavía estoy en estado de pánico. Lloro porque soy mamá. Lloro porque ya está lejos de mí. Lloro pero me río al mismo tiempo. Bromeo diciéndoles a los cirujanos que me dejen una "bonita cicatriz". El anestesiólogo vuelve a verme con una foto del pequeño. Pesa 1,7 kg y respira sin ayuda (es un guerrero).

Me llevan a la sala de recuperación. Estoy drogado con anestesia y analgésicos. Me explican que podré subir cuando mueva las piernas. Me estoy enfocando. Tengo que mover las piernas para ir a ver a mi hijo. Papá viene a buscar leche. Una partera me ayuda. Tengo tantas ganas de ver a mi bebé. Después de dos horas, finalmente muevo mis piernas. Llego en neonatología. León está en cuidados intensivos. Es diminuto, está lleno de cables, pero es el bebé más hermoso del mundo. Lo pusieron en mis brazos. Estoy llorando. Ya lo amo más que a nada. Permanecerá en el hospital durante un mes. El 13 de diciembre hacemos realidad nuestro sueño: llevárselo a casa en Navidad.

Sé que tener un segundo hijo significa volver a pasar por todo este difícil proceso de embarazo y prematuridad, ¡pero vale la pena! 

 

 

 

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