Psicología

¿Un niño hace una rabieta si no compra un juguete nuevo? ¿Pelea con otros niños si no le gusta algo? Entonces deberíamos explicarle qué son las prohibiciones.

Desacreditemos el error generalizado: a un niño que no conoce prohibiciones no se le puede llamar libre, porque se convierte en rehén de sus propios impulsos y emociones, y tampoco se le puede llamar feliz, porque vive en constante ansiedad. El niño, abandonado a sí mismo, no tiene otro plan de acción que satisfacer inmediatamente su deseo. ¿Querías algo? Lo tomé de inmediato. ¿Insatisfecho con algo? Inmediatamente golpeado, aplastado o roto.

“Si no limitamos a los niños en nada, no aprenderán a establecer límites por sí mismos. Y dependerán de sus deseos e impulsos”, explica la terapeuta familiar Isabelle Filliozat. — Incapaces de controlarse, experimentan una ansiedad constante y atormentados por la culpa. Un niño podría pensar algo como esto: “Si quiero torturar a un gato, ¿qué me detendrá? Después de todo, nadie me ha impedido hacer nada”.

“Las prohibiciones ayudan a regular las relaciones en la sociedad, convivir pacíficamente y comunicarse entre sí”

Al no poner prohibiciones, contribuimos a que el niño perciba el mundo como un lugar en el que vive según las leyes del poder. Si soy más fuerte, derrotaré a los enemigos, pero ¿si resulta que soy más débil? Esta es la razón por la que los niños a los que se les permite hacer cualquier cosa a menudo experimentan temores: "¿Cómo puede un padre que no puede obligarme a seguir las reglas, protegerme si alguien más rompe la regla en mi contra?" “Los niños comprenden intuitivamente la importancia de las prohibiciones y las exigen ellos mismos, provocando a sus padres con sus berrinches y malas travesuras a tomar algunas medidas., insiste Isabelle Fiyoza. — Al no obedecer, intentan establecer límites para sí mismos y, por regla general, lo hacen a través del cuerpo: caen al suelo, se infligen heridas. El cuerpo los limita cuando no existen otros límites. Pero además del hecho de que es peligroso, estos límites son ineficaces, porque no le enseñan nada al niño”.

Las prohibiciones ayudan a regular las relaciones en la sociedad, nos permiten convivir pacíficamente y comunicarnos entre nosotros. La ley es un árbitro llamado a resolver los conflictos sin recurrir a la violencia. Es respetado y respetado por todos, incluso si no hay "agentes de la ley" cerca.

¿Qué debemos enseñarle al niño?

  • Respetar la intimidad de cada padre individualmente y la vida de pareja, respetar su territorio y tiempo personal.
  • Observar las normas que se aceptan en el mundo en que vive. Explíquele que no puede hacer lo que quiera, que tiene derechos limitados y que no puede tener todo lo que quiere. Y que cuando tienes algún tipo de objetivo, siempre tienes que pagar por ello: no puedes convertirte en un atleta famoso si no entrenas, no puedes estudiar bien en la escuela si no practicas.
  • Entender que las reglas existen para todos: los adultos también las obedecen. Es obvio que las restricciones de este tipo no le convienen al niño. Además, sufrirá de vez en cuando a causa de ellos, porque se ve privado del placer momentáneo. Pero sin estos sufrimientos, nuestra personalidad no puede desarrollarse.

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