Psicología

Jeffrey James ha estado entrevistando a los directores ejecutivos más exitosos del mundo durante años para conocer sus secretos de gestión, le dice a Inc.com. Resultó que lo mejor de lo mejor, por regla general, se adhiere a las siguientes ocho reglas.

1. Los negocios son un ecosistema, no un campo de batalla

Los jefes ordinarios ven los negocios como un conflicto entre empresas, departamentos y grupos. Reúnen impresionantes «tropas» para derrotar a los «enemigos» frente a los competidores y ganar «territorio», es decir, clientes.

Los jefes destacados ven los negocios como una simbiosis en la que diferentes empresas trabajan juntas para sobrevivir y prosperar. Crean equipos que se adaptan fácilmente a nuevos mercados y crean asociaciones con otras empresas, clientes e incluso competidores.

2. La empresa es una comunidad, no una máquina

Los jefes ordinarios perciben a la empresa como una máquina en la que los empleados desempeñan el papel de engranajes. Crean estructuras rígidas, establecen reglas rígidas y luego intentan mantener el control sobre el coloso resultante tirando de palancas y girando la rueda.

Los grandes jefes ven el negocio como una colección de esperanzas y sueños individuales, todos orientados hacia una meta común mayor. Inspiran a los empleados a dedicarse al éxito de sus asociados y, por lo tanto, de toda la empresa.

3. El liderazgo es un servicio, no un control

Los gerentes de línea quieren que los empleados hagan lo que se les dice. No soportan la iniciativa, por lo que construyen un ambiente donde la mentalidad de “esperar lo que dice el jefe” gobierna con todas sus fuerzas.

Los grandes jefes establecen la dirección y luego se encargan de proporcionar a los empleados los recursos que necesitan para tener éxito. Dan poder de decisión a los subordinados, lo que permite que el equipo desarrolle sus propias reglas e intervenga solo en situaciones de emergencia.

4. Los empleados son compañeros, no niños

Los jefes ordinarios perciben a los subordinados como criaturas infantiles e inmaduras en las que no se puede confiar bajo ninguna circunstancia y que deben ser controladas.

Los grandes jefes tratan a cada empleado como si fuera la persona más importante de la empresa. La excelencia debe perseguirse en todas partes, desde los muelles de carga hasta la junta directiva. Como consecuencia, los empleados de todos los niveles asumen la responsabilidad de su propio destino en sus propias manos.

5. La motivación viene de la visión, no del miedo.

Los jefes ordinarios están seguros de que el miedo —a ser despedido, ridiculizado, privado de privilegios— es un componente importante de la motivación. Como resultado, los empleados y los jefes de departamento se vuelven insensibles y temerosos de tomar decisiones arriesgadas.

Los grandes jefes ayudan a los empleados a ver un futuro mejor y la manera de ser parte de ese futuro. Como resultado, los empleados trabajan con más dedicación porque creen en los objetivos de la empresa, disfrutan mucho de su trabajo y, por supuesto, saben que compartirán la recompensa con las empresas.

6. El cambio trae crecimiento, no dolor

Los jefes ordinarios ven cualquier cambio como un desafío y una amenaza adicionales que deben abordarse solo cuando la empresa está al borde del colapso. Subconscientemente socavan el cambio hasta que es demasiado tarde.

Los grandes jefes ven el cambio como una parte esencial de la vida. No valoran el cambio por cambiar, pero saben que el éxito solo es posible si los empleados de la empresa utilizan nuevas ideas y nuevos enfoques comerciales.

7. La tecnología abre nuevas posibilidades, y no solo una herramienta para la automatización

Los jefes comunes tienen la opinión obsoleta de que las tecnologías de TI solo se necesitan para aumentar el control y la previsibilidad. Instalan soluciones de software centralizadas que molestan a los empleados.

Los jefes destacados ven la tecnología como una forma de inspirar la creatividad y mejorar las relaciones. Adaptan los sistemas de sus back office para trabajar con teléfonos inteligentes y tabletas, porque estos son los dispositivos a los que la gente está acostumbrada y quiere usar.

8. El trabajo debe ser divertido, no un trabajo duro

Los jefes ordinarios están convencidos de que el trabajo es un mal necesario. Creen sinceramente que los empleados odian el trabajo, por lo que inconscientemente se asignan a sí mismos el papel de opresor y a los empleados, víctimas. Todos se comportan en consecuencia.

Los grandes jefes ven el trabajo como algo que debe ser agradable, por lo que creen que la tarea principal de un líder es poner a las personas en trabajos en los que sean verdaderamente felices.

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