Psicología

¿Con qué frecuencia nos damos una palabra: comenzar una nueva vida, dejar de fumar, perder peso, encontrar un nuevo trabajo? Pero el tiempo pasa y nada cambia. ¿Es posible aprender a cumplir la promesa y despertar cambios en tu vida?

“Cada verano me prometo a mí mismo que trabajaré menos”, dice Anton, de 34 años, el gerente del proyecto. “Pero cada vez que en octubre comienza una ola de trabajo, de la que no puedo evitar. La pregunta es, ¿por qué me doy una palabra que no mantendré de todos modos? Una especie de absurdo…”

¡De nada! Primero, el deseo de cambiar nos es familiar. “Desde un punto de vista cultural, fisiológico y psíquico, siempre estamos sedientos de cambio”, explica el psicoanalista Pascal Neveu. “Nuestra herencia genética requiere que nos adaptemos constantemente y, por lo tanto, cambiemos”. Nos remodelamos de acuerdo con el entorno. Entonces, no hay nada más natural que dejarse llevar por la idea de desarrollo. Pero, ¿por qué esta afición casi siempre pasa rápido?

Para que puedas cumplir tu plan, tu decisión debe darte placer.

El ritual me afecta. Por regla general, nuestras buenas intenciones se dedican a algunas fechas simbólicas. Tomamos decisiones “antes de las vacaciones, al comienzo del nuevo año escolar o en enero”, dice Pascal Neve. “Son ritos de paso que nos invitan culturalmente a pasar de un estado a otro; se nos pide que demos vuelta a la página para ser mejores”. ¡Esto significa que es hora de hacer un balance y cambiar lo que no tiene éxito!

Estoy persiguiendo el ideal. ¡Esa sería la mejor versión de ti mismo! Todos nos hemos formado una imagen ideal de nosotros mismos, recuerda la psicoterapeuta Isabelle Filliozat. “Y nuestra dulce y sincera promesa es un intento de corregir nuestra imagen, de hacer que la realidad corresponda al ideal”.

La brecha entre lo que aspiramos a ser y lo que somos nos entristece. Y esperamos reducirlo, reforzando así la confianza en uno mismo y la autoestima. “En este momento, creo que la decisión tomada será suficiente para corregir mis omisiones y deficiencias”, admite Anton.

La esperanza nos ayuda a recuperar nuestra integridad. Al menos un rato.

Fíjese pequeños objetivos: lograrlos reforzará su confianza en sí mismo

Me esfuerzo por controlar. “Sucumbimos a la ilusión del control”, continúa Isabelle Fiyoza. Creemos que hemos recuperado el libre albedrío, el poder sobre nosotros mismos e incluso el poder. Esto nos da una sensación de seguridad. Pero eso es fantasía.» Algo así como la fantasía de un niño que se imagina todopoderoso antes de interiorizar el principio de realidad.

Esta misma realidad alcanza a Anton: "¡No puedo hacerlo y pospongo mis planes para el próximo año!" Siempre nos falta algo, ya sea perseverancia, o fe en nuestras capacidades… “Nuestra sociedad ha perdido el concepto de perseverancia”, señala Pascal Neve. “Nos desesperamos ante la más mínima dificultad en el camino hacia la difícil tarea que nos hemos propuesto”.

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