¿Por qué nos parecen más divertidos los chistes que cuentan los hombres?

¿Tienes un colega con un gran sentido del humor? ¿Aquel cuyas bromas dan en el clavo, que puede animar a todos incluso en el momento de una terrible emergencia o de plazos incumplidos, aquel cuyo sarcasmo no se ofende? Apostamos a que este colega es un hombre, no una mujer. Y de ahí vienen estas conclusiones.

Probablemente haya personas así en su entorno: aparecen y literalmente desactivan la situación con una frase. Incluso puedes esperar con ansias el comienzo de la jornada laboral, porque sabes que no te aburrirás en la oficina con ellos. Los colegas ingeniosos hacen que las reuniones tediosas y las tareas laborales interminables sean más llevaderas. Y si el jefe tiene sentido del humor, mejor que mejor. Es imposible no admirar a los líderes que no se toman las cosas demasiado en serio, incluidos ellos mismos.

Aquí debería aparecer un “pero”, y aquí está. Recientemente, el profesor de la Universidad de Arizona Jonathan B. Evans y sus colegas descubrieron que el humor puede ayudar a crear un ambiente de trabajo productivo, pero también importa quién bromea. Los científicos han sugerido que los bromistas masculinos elevan su estatus en el equipo, y las mujeres solo se dañan a sí mismas, y los estereotipos son los culpables de esto. Durante mucho tiempo se creyó que una mujer no podía ser graciosa; recuerda al menos los primeros pasos en el escenario del personaje principal de la serie de televisión The Incredible Mrs. Maisel. Y no importa si la broma es realmente graciosa, la actitud hacia una mujer en un equipo puede distorsionar el significado de lo dicho.

En broma, los hombres tienden a ganar «puntos» mientras que las mujeres pierden

Es posible que te hayas encontrado en una reunión o grupo de trabajo donde uno de los miembros (un hombre) bromeaba constantemente. Incluso si estuvieras tratando de concentrarte en una tarea seria, probablemente te reías de vez en cuando. ¿Qué te pareció el bromista? Es poco probable que la actitud hacia él haya empeorado. Ahora imagine que este papel fue interpretado por una mujer. ¿Crees que sería considerada ingeniosa o molesta?

Un bromista puede ser percibido de diferentes maneras: como alguien que ayuda a aliviar la tensión y calmar la situación, o como alguien que distrae del trabajo, y el género afecta la percepción. Bromeando, los hombres tienden a ganar “puntos” mientras que las mujeres pierden.

Conclusiones serias

Para confirmar la hipótesis, Jonathan B. Evans y sus colegas realizaron dos series de estudios. En el primero, se pidió a 96 participantes que miraran un video y calificaran los chistes contados por un líder masculino o femenino (los chistes eran los mismos). Todo lo que sabían sobre el héroe de antemano era que era una persona exitosa y talentosa. Como era de esperar, los participantes calificaron más alto el humor del líder masculino.

En la segunda serie, 216 participantes vieron videos de un hombre o una mujer contando chistes o sin bromear. Se pidió a los sujetos que evaluaran el estado, el desempeño y las cualidades de liderazgo de los héroes. Los participantes consideraron que las bromistas femeninas tenían un estatus más bajo y las atribuyeron a un desempeño más bajo y cualidades de liderazgo débiles.

Los hombres pueden burlarse de los colegas, y esto solo eleva su estatus en el equipo.

Nunca nos tomamos un chiste «en estado puro»: la personalidad del narrador determina en gran medida si nos parecerá divertido. "Lo que está permitido para Júpiter no está permitido para el toro": los hombres pueden burlarse de los colegas e incluso hacer comentarios sarcásticos, y esto solo eleva su estatus en el equipo, una mujer que se permite esto puede considerarse frívola, frívola. Y se convierte en otro techo de cristal para las mujeres líderes.

¿Cuál es la salida de esta situación? Evans está seguro de que vale la pena deshacerse del prisma de los estereotipos y no evaluar las palabras de una persona en función de su género. Necesitamos dar más libertad a las mujeres, y tal vez entonces empecemos a entender y apreciar el humor en sí, y no al narrador.

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