Psicología

¿En qué confiar en un mundo donde las tradiciones están desactualizadas, los expertos no pueden llegar a un consenso y los criterios para la norma son tan inestables como siempre? Sólo en su propia intuición.

¿En quién y en qué podemos confiar en nuestro mundo que cambia rápidamente? Antes, cuando nos asaltaban las dudas, podíamos confiar en los antiguos, en los expertos, en las tradiciones. Dieron criterios para la evaluación y los usamos a nuestra discreción. En el área de los sentimientos, en la comprensión de la moral o en términos profesionales, habíamos heredado normas del pasado en las que podíamos confiar.

Pero hoy los criterios están cambiando demasiado rápido. Además, a veces se vuelven obsoletos con la misma inevitabilidad que los modelos de teléfonos inteligentes. Ya no sabemos qué reglas seguir. Ya no podemos referirnos a la tradición cuando respondemos preguntas sobre la familia, el amor o el trabajo.

Este es el resultado de una aceleración sin precedentes del progreso tecnológico: la vida cambia tan rápido como los criterios que nos permiten evaluarla. Necesitamos aprender a juzgar la vida, las actividades profesionales o las historias de amor sin recurrir a criterios predeterminados.

Cuando se trata de la intuición, el único criterio es la ausencia de criterios.

Pero hacer juicios sin usar criterios es la definición de intuición.

Cuando se trata de la intuición, el único criterio es la ausencia de criterios. No tiene nada más que mi «yo». Y estoy aprendiendo a confiar en mí mismo. Decido escucharme a mí mismo. De hecho, casi no tengo elección. Dado que los antiguos ya no arrojan luz sobre lo moderno y los expertos discuten entre sí, lo mejor para mí es aprender a confiar en mí mismo. Pero, ¿cómo hacer eso? ¿Cómo desarrollar el don de la intuición?

La filosofía de Henri Bergson responde a esta pregunta. Necesitamos aprender a aceptar esos momentos en los que estamos plenamente «presentes en nosotros mismos». Para lograr esto, primero hay que negarse a obedecer las «verdades generalmente aceptadas».

Tan pronto como estoy de acuerdo con una verdad indiscutible aceptada en la sociedad o en alguna doctrina religiosa, con un supuesto «sentido común» o con trucos profesionales que han demostrado ser efectivos para otros, no me permito usar la intuición. Por tanto, hay que ser capaz de «desaprender», de olvidar todo lo aprendido antes.

Tener intuición significa atreverse a ir en la dirección opuesta, de lo particular a lo general.

La segunda condición, añade Bergson, es dejar de someterse a la dictadura de la urgencia. Trate de separar lo importante de lo urgente. Esto no es fácil, pero te permite recuperar un espacio para la intuición: me invito a escucharme ante todo a mí mismo, y no a los gritos de “¡urgente!”, “¡rápido!”.

Todo mi ser está envuelto en la intuición, y no sólo el lado racional, que tanto ama los criterios y parte de conceptos generales para luego aplicarlos a casos particulares. Tener intuición significa atreverse a ir en la dirección opuesta, de lo particular a lo general.

Cuando miras un paisaje, por ejemplo, y piensas: «Esto es hermoso», escuchas tu intuición: parte de un caso particular y te permites emitir juicios sin aplicar criterios preestablecidos. Después de todo, la aceleración de la vida y la loca danza de los criterios ante nuestros ojos nos brinda una oportunidad histórica para desarrollar el poder de la intuición.

¿Podemos usarlo?

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